El organismo de la ONU emitió este martes un adelanto del Estado anual de la Infancia 2021 en el que señaló que el problema de los trastornos mentales en niños era grave antes de 2020, pero se agravó con la crisis sanitaria

La pandemia de COVID-19 ha suscitado una gran preocupación por la salud mental de una generación de niños y niñas. Sin embargo, puede que la pandemia represente solo la punta del iceberg de la salud mental, un iceberg que hemos pasado por alto durante demasiado tiempo”, afirmó Unicef en su informe anual 2021 sobre infancia y adolescencia que hizo público este martes con el nombre En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de los niños.

El informe Estado anual de la Infancia 2021, que será difundido de manera completa en noviembre, hizo un llamamiento “al compromiso, la comunicación y la acción como elementos fundamentales de un enfoque integral para promover la buena salud mental de cada niño, proteger a los niños vulnerables y cuidar a los que se enfrentan a los mayores obstáculos”.

Según las estimaciones de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la infancia “un 13% de los adolescentes de entre 10 y 19 años padece un trastorno mental diagnosticado”. Esto implica que 1 de cada 7 jóvenes.

El organismo advirtió que “prácticamente en cada rincón del planeta, tanto en los países ricos como en los pobres, los trastornos mentales (y la falta de respuestas adecuadas) siguen infligiendo un sufrimiento considerable a los niños y los jóvenes y representan una de las principales causas de muerte, enfermedad y discapacidad, especialmente entre los adolescentes de edad más avanzada”.

Mientras las cifras a nivel global hablan de unos 45.800 suicidios de adolescentes cada año, apenas se destina un 2% del presupuesto de los países a la asistencia de cuadros como la ansiedad, la depresión y otras afecciones mentales, según el informe.

El estudio precisó que las pérdidas económicas debidas a los trastornos mentales que provocan discapacidad o muerte entre los jóvenes se estiman en casi 340.200 millones de dólares al año.

El costo económico que se paga por este descuido es alto: alrededor de 340.200 millones de dólares al año, según los cálculos que realizaron para este informe David McDaid y Sara Evans-Lacko, del Departamento de Políticas de Salud de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres. “Se trata de una pérdida de 340.200 millones de dólares en potencial humano que podría destinarse a las economías de los países”, dijo.

Las enfermedades como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ansiedad y autismo; trastornos bipolares y de la conducta, depresión, trastornos alimentarios, discapacidad intelectual y esquizofrenia afectan no solo la salud, sino también a la educación, las condiciones de vida y la capacidad para obtener ingresos para el bienestar de los niños y los jóvenes.

"No podemos permitirnos seguir" sin tratar la salud mental de niños, dijo la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore

Unicef dijo que una mezcla de genética, experiencias personales y factores ambientales, como la crianza de los hijos, la escolarización, la calidad de las relaciones, la exposición a la violencia o los abusos, la discriminación, la pobreza, las crisis humanitarias y las emergencias sanitarias como la desatada por la pandemia de COVID-19, conforman la salud mental de los niños e influyen en ella a lo largo de toda su vida.

Aunque los factores de protección, como la presencia de cuidadores afectuosos, los entornos escolares seguros y las relaciones positivas con los compañeros, pueden reducir el riesgo de padecer trastornos mentales, el documento señaló que hay importantes obstáculos, como la estigmatización y la falta de financiación, que impiden a demasiados niños gozar de una salud mental positiva o acceder al apoyo que necesitan.

El Estado Mundial de la Infancia 2021 pide a los gobiernos y a los asociados de los sectores público y privado que se comprometan, comuniquen y actúen para promover la salud mental de todos los niños, adolescentes y cuidadores, proteger a los que necesitan ayuda y cuidar a los más vulnerables.

En ese marco pidieron a los gobiernos aplicar las siguientes medidas:

-Invertir urgentemente en la salud mental de los niños y adolescentes en todos los sectores, no sólo en el de la salud, para apoyar un enfoque basado en la prevención, la promoción y el cuidado que abarque a toda la sociedad.

-Integrar y ampliar las intervenciones basadas en pruebas en los sectores de la salud, la educación y la protección social, incluidos los programas de crianza que promueven una atención sensible y enriquecedora y apoyan la salud mental de los padres y cuidadores; y garantizar que las escuelas apoyen la salud mental mediante servicios de calidad y relaciones positivas.

-Romper el silencio que rodea a las enfermedades mentales, afrontando el estigma, promoviendo una mejor comprensión de la salud mental y tomando en serio las experiencias de los niños y los jóvenes.

“La salud mental forma una parte integral de la salud física; no podemos permitirnos seguir considerándola de otra manera”, dijo la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore.

“Hemos observado que, durante demasiado tiempo, tanto en los países ricos como en los pobres, no se han hecho los esfuerzos suficientes para comprender esta cuestión e invertir en ella, a pesar de que desempeña un papel fundamental para el potencial de todos los niños. Esto tiene que cambiar”, subrayó.

El informe destacó que existe mucha diferencia entre países y la situación de mayor gravedad se da en las naciones más pobres

Unicef puntualizó en el informe que sus datos sobre la muerte de adolescentes se basan en las Estimaciones Mundiales de la Salud 2019 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estimaciones sobre la prevalencia de los trastornos mentales diagnosticados se basan en el Estudio de la carga mundial de enfermedades de 2019 del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME).

El informe incluye detalles de una encuesta realizada por Unicef y Gallup sobre depresión o el sentimiento de falta de interés. El Proyecto Changing Childhood entrevistó a unas 20.000 personas por teléfono en 21 países. Todas las muestras se basan en probabilidades y representan dos poblaciones distintas en cada país: personas de 15 a 24 años y personas de 40 años o más. El área de cobertura es todo el país, incluidas las zonas rurales, y el marco de muestreo representa a toda la población civil, no institucionalizada, dentro de cada cohorte de edad con acceso a un teléfono. Los resultados completos del proyecto serán publicados por Unicef en noviembre.

La salud mental de niños y adolescentes es un mal tan generalizado en el mundo como la falta de recursos que los gobiernos destinas a su atención. El informe destacó que existe mucha diferencia entre países y la situación de mayor gravedad se da en las naciones más pobres. Los gobiernos de estados más empobrecidos destinan menos de dos céntimos al año por persona al tratamiento de la salud mental. Pero incluso en aquellos de ingresos medianos altos, el gasto anual es inferior a 3 dólares por persona. “Todas estas cifras son demasiado exiguas para tratar las enfermedades de salud mental de los niños, los adolescentes y los cuidadores, especialmente en el caso de quienes se enfrentan a problemas más graves de salud mental”, afirmó.

El informe también resalta la falta de medios y especialistas para tratar los problemas de salud mental. El número de psiquiatras especializados en el tratamiento de niños y adolescentes es inferior al 0,1 por 100.000 habitantes en todos los países, excepto en los de ingresos altos, donde la cifra era de 5,5 por 100.000.


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