En las redes sociales abundan los antes y después. A la izquierda, la foto de una panza inflada como un globo. A la derecha, la misma panza pero plana (o al menos notoriamente más deshinchada). Y abajo, en tono de confesión, la frase "me diagnosticaron SIBO".
La explosión y viralización de diagnósticos de influencers y celebridades puso en boca de todos al SIBO e hizo que muchos se pregunten si los síntomas digestivos que padecen se deberán a ello. Así, las consultas y la demanda de pruebas para diagnosticarlo aumentó, pero no siempre con buenos resultados.
"Se observó alta heterogeneidad en la realización del test y poca adherencia a las guías internacionales, lo que afecta la precisión diagnóstica", concluyó un estudio realizado en ocho centros de salud de distintas regiones del país, que evaluó la metodología empleada, el grado de adherencia y la calidad de los informes de los test de aire espirado (TAE) para SIBO en Argentina.
Los autores del trabajo -que se presentará en el próximo Congreso Argentino de Gastroenterología y Endoscopía Digestiva (GASTROENDO 2024)- decidieron investigar el fenómeno debido a que la popularidad en ascenso del test determinó un aumento en su uso.
"Con colegas de otros hospitales venimos viendo hace mucho que, como la gente los pide tanto, los test de aire espirado se están haciendo masivamente, pero no de la forma adecuada, porque no es tan fácil, hay que seguir un montón de protocolos, de mediciones muy justas, en cierto tiempo, con un sustrato de cierta cantidad e interpretarlo de manera objetiva", explicó a Clarín Lisandro Pereyra, gastroenterólogo del Hospital Alemán, miembro de Endoscopistas Digestivos de Buenos Aires (ENDIBA) y uno de los líderes del trabajo.
Para evacuar las dudas sobre la calidad de las pruebas, analizaron al azar 210 informes de TAE para SIBO realizados en centros de salud de la Ciudad de Buenos Aires, La Pampa, Mendoza, Santa Fe, Tucumán y Neuquén.
Los resultados obtenidos en el registro -dirigido por Sofía Navar, también del Hospital Alemán- no los sorprendieron. Las dudas sobre la metodología utilizada y el apego a las guías internacionales se confirmaron. "Empezamos a investigar y vimos que no era algo anecdótico, que hay mucha heterogeneidad y poco consenso", comentó Pereyra.
Entre los principales resultados que arrojó la evaluación de los informes se destaca que uno de cada cuatro no informó la dosis de sustrato utilizada (el azúcar que los pacientes tienen que tomar para realizar el estudio), que el 90% utilizó lactulosa en lugar de glucosa (esta última es más recomendable), que hubo un 20% de estudios incompletos, que ninguno especificó la preparación previa; y en cuanto a la calidad se cumplieron apenas un tercio de los criterios (5 de 14) en promedio.
¿En qué se traduce todo eso? En que a los consultorios llegan algunos pacientes a los que se les diagnosticó SIBO y en realidad no lo tienen y viceversa.
Qué es SIBO
SIBO es la sigla en inglés de sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado. "Ocurre cuando el intestino delgado se contamina con bacterias que vienen del colon, donde se almacena la materia fecal y habitan millones de bacterias, que se conocen como la microbiota. Y está buenísimo que las haya, porque esas bacterias cumplen una función en la salud digestiva: nos ayudan a digerir alimentos que más arriba no se pudieron digerir, a generar combustible para ese colon, absorben vitaminas, entre otras funciones", enumeró Pereyra.
El problema surge cuando esas bacterias -que tan bien funcionan en el colon-, colonizan un hábitat que no les es propio, el intestino delgado, un universo completamente diferente: "es como una telita muy delicada, llena de poros a través de los que se absorben nutrientes, y no tiene microbiota".
El paso entre el intestino delgado y el colon está mediado por una válvula que, cuando no funciona bien, deja pasar bacterias de abajo hacia arriba y favorece el sobrecrecimiento de bacterias del colon que juegan de visitante en el intestino delgado.
Y eso produce síntomas no específicos que pueden confundirse con los de muchos trastornos digestivos, principalmente los del síndrome de intestino irritable.
"Los tres más frecuentes descriptos son la distensión abdominal (cuando hay mucho gas, muy hinchada la panza, que no cede con dietas o con tratamiento), diarreas que no mejoran a pesar de las intervenciones médicas y también constipación", especificó el especialista. Existen otros menos frecuentes, como la anemia o la mala absorción de vitaminas.
SIBO: luces y sombras del test de aire espirado
Juan Pablo Stefanolo, médico especialista en gastroenterología y neurogastroenterología de la Fundación Favaloro y otro de los autores del trabajo, explicó en una charla virtual organizada por el Instituto para la Cooperación Científica en Ambiente y Salud (ICCAS) que la prueba de referencia, sobre la que la mayoría de los estudios están reportados y describen esta patología, es el cultivo del fluido intestinal.
Pero es una prueba que "requiere hacer una endoscopia y tiene múltiples limitaciones, por lo que nos vimos obligados a buscar una forma sustituta de hacer el diagnóstico de sobrecrecimiento bacteriano". Desde hace años, el test de aire espirado es el método que se usa a nivel mundial.
¿En qué consiste? El TAE para diagnóstico de SIBO es un examen no invasivo en el que al paciente se le administra un azúcar (glucosa o lactulosa) que sirve como sustrato, tras lo cual debe soplar en una boquilla cada 15 o 20 minutos durante dos horas.
"Esa azúcar va a viajar por el estómago, por el intestino delgado y más o menos a los 90 minutos va a llegar al colon, donde se encuentra con bacterias que van a fermentar y a liberar gases", explicó Pereyra.
Una parte de esos gases se eliminan a través del aliento, es decir, en el aire espirado. "Si esos gases aparecen tempranamente, antes de los 90 minutos, que es el tiempo que le demanda al azúcar llegar al colon, quiere decir que hay bacterias más arriba, en el intestino delgado", lo que probaría el sobrecrecimiento.
Pese a que es el estudio más utilizado, cuenta con limitaciones varias. Una de las principales en cuanto al método en sí es, según Stefanolo, que si bien se estableció los 90 minutos como punto de corte, muchos estudios científicos muestran que existe gran variabilidad entre individuos en el tiempo de llegada al colon.
"Cuando pedimos un test de aire espirado es fundamental reconocer y aclarar que es un método imperfecto que va a depender mucho obviamente del equipo, de la capacidad del profesional que lo hace, pero también del paciente", dijo el especialista en neurogastroenterología.
Es que se trata de un estudio que requiere una preparación que es fundamental que el paciente cumpla al pie de la letra para evitar tanto falsos positivos como falsos negativos.
Pero una buena preparación no es la única condición para un diagnóstico preciso. "Realizar e interpretar el test de aire espirado para el diagnóstico del SIBO requiere considerable esfuerzo, tiempo y conocimiento especializado. Esta complejidad puede aumentar el riesgo de errores y la sobrecarga de los médicos", concluyeron los investigadores.
Una herramienta digital inteligente
En la búsqueda de hacer un aporte para simplificar ese proceso, "reduciendo errores y mejorando la precisión diagnóstica", Pereyra junto a su colega Leandro Steinberg, co-fundadores de Digital Means, convocaron a una junta de expertos a nivel nacional y en base a la evidencia de las guías internacionales alimentaron un algoritmo y diseñaron una herramienta digital inteligente, a la que bautizaron Smart Breath, que guía y ayuda en todo el proceso de realización del test.
En primera instancia, orienta al paciente en la preparación (el ayuno, no tomar antibióticos, no tomar ciertas medicaciones que puedan alterar la microbiota).
Una vez en el consultorio, guía al profesional que lo realiza. Lo bueno, destacó Pereyra, es que aunque no esté tan especializado, le va a ir indicando en tiempo real el paso a paso, para reducir el margen de error.
"Le dice: llamá al paciente en 15 minutos. Le va a sonar una alarma cuando tenga que hacerlo. Si le dio un azúcar incorrecto, lo va a corregir", ejemplificó. Así, durante las dos horas (a veces tres) que dure el procedimiento.
Al finalizar, a partir de los valores que fue registrando, el algoritmo genera un informe y un diagnóstico automático, lo que reduce significativamente el tiempo, ya que le evita al médico tener que hacerlo.
"La herramienta mostró una precisión diagnóstica comparable a la de un experto y superior a la de los gastroenterólogos, además de mejorar la calidad de los informes", concluyó el mismo equipo de investigadores en otro trabajo que presentarán en GASTROENDO 2024.
Para probarlo, extrajeron la información de los 210 estudios realizados por gastroenterólogos seleccionados al azar y la anonimizaron. Un operador independiente, sin conocer el resultado de los informes, cargó todos los datos en la herramienta y generó automáticamente un diagnóstico.
"Vimos el rendimiento de la herramienta comparado con el de los médicos y todos esos informes fueron a un experto a nivel nacional que estaba 'ciego' a todo eso: no sabía quién lo había generado, si la máquina o un médico. Hicimos un estudio de precisión y vimos que los resultados de la herramienta eran equiparables a los del súper experto, y superaban casi en un 30% a los que se habían hecho en general en cuanto al diagnóstico", resumió Pereyra.
¿Por qué se habla tanto de SIBO?
"El SIBO existe, pero es menos frecuente de lo que parece y hay que sospecharlo en un contexto clínico adecuado e indicar críticamente el TAE, que es un método complementario que tiene mucho error, por lo que única forma de mejorar el rédito diagnóstico es seleccionar muy bien a los pacientes ", afirmó Stefanolo.
"Es muy difícil a nivel de síntomas poder relacionar con algún diagnóstico en particular, porque puede terminar siendo un montón de enfermedades distintas", advirtió. Y habló de una "explosión mediática" que hace muchas personas que tienen la panza hinchada (un síntoma inespecífico que puede responder a un montón de causas) automáticamente piensen que tienen SIBO.
En la misma línea opinaba en diálogo con Clarín hace unos meses el gastroenterólogo Luis Bustos Fernández: "En mi centro hicimos el año pasado 9.000 estudios, tengo muy en claro que es SIBO y qué no es. La gente comete un error con el SIBO y piensan que es una enfermedad. Sumado a que salen famosas diciendo que tienen SIBO y lo cuentan como si fuera algo grave".
"El SIBO es un mecanismo fisiopatológico, que se observa en algunos pacientes en los que crece más la respuesta inflamatoria y eso incrementa la sintomatología del intestino irritable (SII), con el que está relacionado. Se vio que los pacientes con SII tenían un porcentaje de SIBO más alto que lo habitual, se lo empezó a vincular y así el tema se hizo famoso", señaló Bustos Fernández y subrayó "que es un mecanismo y no una enfermedad", y que mediante el test de aire espirado bien practicado se evalúa "en forma indirecta un montón de otras cosas más allá del SIBO".
Pereyra habla de un "fenómeno argentino" en relación al sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, que se está discutiendo en el mundo. No porque haya más casos, sino por la atención que genera.
"España está empezando a tener algo parecido, pero no tanto otros países. Creemos que se debe en gran parte a la difusión en redes sociales. Pero no es que haya más casos, se sabe un poco más."
En la búsqueda de explicaciones para el fenómeno, hace un mea culpa. "Los problemas digestivos crónicos, como el intestino irritable, no son fáciles de resolver. Y a veces los médicos no podemos dar en la tecla en la primera consulta. Ese vacío en la relación médico-paciente hace que en su necesidad por saber qué les pasa entablan una búsqueda de algo más para ponerle nombre a eso que les ocurre".
Fuente: Florencia Cunzolo, Clarín.com / Buena Vida